SANDWICH DE LENGUA

Pasamos las fiestas patrias y ya debemos comenzar a pensar en el año nuevo…

PUTA EL WEÓN EBRIO!

Si, en realidad aún falta mucho para eso, pero por mientras estaba pensando en el año nuevo, comencé a recordar miles de cosas que me habían pasado años atrás en vísperas de año nuevo.

La verdad es que desde siempre he tenido mala suerte o incluso he sido bastante desubicado en las ocasiones que no lo ameritan. Por ejemplo…

Miles de veces me salían los típicos “Maestro Longaniza” en el colegio…
Por favor imagínese un grupo de alumnos, todos gritando y haciendo desordenes, hasta que el profesor de Artes Manuales, el cual era calvo, grita que se callen.
Todos mis compañeros se callan y yo salgo con un:

“…las weas que nos hace hacer este pela’o…”

Siempre pasaba castigado en el colegio, pero mediante pasaron los años esta gracia o don para mandarme cagadas fue creciendo.

En la nueva pega me he mandado cagadas buenas también, pero en los últimos años, la mejor me pasó en la casa de una cuasi polola…

Nunca he sido del agrado de los suegros o de las madres de los amigos míos. Debe ser precisamente por este particular don que poseo.

Estábamos en la casa de mi “casi” polola, y recalco la palabra casi ya que después de este incidente me despachó de una, y luego de haber pasado una tarde juntos, nos preparábamos para salir.

- Me pongo estos pantalones o estos otros?
- Ponte las weas que sean que va a llegar tu papá y no me tiene muy buena onda que digamos.
- No sea así, si te quiere.
- Ahorcar me quiere.

Tratamos de salir lo antes posible, pero él llegó del trabajo y comenzó con miradas feas y cosas así.

- Vamos rápido!
- No, ahora le tengo que pedir permiso a él.
- Ya, pero pregúntale rápido po!

Parte ella a preguntarle y vuelve casi de inmediato…

- Dice mi papá si quieres tomar once con nosotros?
- Eso dijo tu papá o lo estás inventando tú?
- Bueno, en realidad tomemos once que tengo hambre.

Seamos sensatos!
No tenía hambre, quería que habláramos con él papá para que nos lleváramos bien.

- Bueno, pero nada de sobre mesas ni cosas raras.

Luego de los típicos consejos como “No le lleves la contra” o “No le digas que te gusta Colo-Colo”, pasamos a la mesa.

Pasamos finalmente al comedor y al llegar a la mesa se veía un ambiente muy tenso. Su viejo no me hablaba ni yo a él ya que no había tema de conversación en común y cuando le hablaba él respondía seco y cortante.

De pronto la mamá sale de la cocina con un plato gigante de lengua de vaca.

Si hay algo que debo reconocer es que me gusta comer todo tipo de cosas, en especial cosas que parezcan asquerosas o que no sean del común del resto de la gente. La lista puede ser tan extensa, guatitas, prietas, etc. Pero lo que me vuelve loco es la lengua.

Yo miré la lengua con ganas de devorármela mientras todos los demás le reclamaban al viejo ya que a nadie le gustaba.

"Manos a la obra!!!" Pensé, mientras entre el viejo y yo nos devorábamos la lengua. Gracias a esto comencé a simpatizarle al viejo.

Ya bien entrada la once nos relajamos y comenzaron a salir anécdotas y tallas, todo iba muy bien hasta que el hermano menor de mi casi polola pregunta:

- Cómo pueden comer eso?
- Es muy rica. Quieres probar un poco? – Le digo yo haciéndome el simpático.
- No creo que quiera. - Respondió la suegra, comentando lo típico, que era mañoso y que ese tipo de cosas no le gustaban.
- Mira! -le dije- Te hago un pan y si te gusta te lo comes, en caso contrario lo dejas y me lo como yo.
- Bien, pero no me va a gustar.

Esta es la mía dije yo, soy simpático y hasta le estoy agradando al pendejo de la casa, que a todo esto tenía cerca de 10 años.

Le preparo el pan y le digo:

- Los mejores sándwich son los de lengua en el hoyo. - Haciendo mención a la típico broma sobre el popular restaurante “El Hoyo”.

(…)
(…)
(…)

Hubo un silencio rotundo, pero el me miró como extrañado sin entender lo que decía.

Comenzó a comer y dijo:

- En realidad es rico.

Al parecer la talla des-ubicada que dije pesó piola pensé y sin pensarlo comencé a entablar conversación con el pendejo.

- Te gustó?
- Si!!! - Me dijo casi comiéndose los dedos.
- Es muy sabrosa, pero lo malo es pensar por donde se habrá pasado la lengua la vaca cuando estaba viva.

(…)
(…)
(…)

Acto seguido el pendejo me miró, miró el pan y comenzó a vomitar encima de la mesa.

Todos se pararon con ganas de querer pegarme y llevaron al pendejo al baño.

Tomé mis cosas y me fui antes que todos salieran del baño, pero no sin antes hacerme el último sándwich de lengua.

En resumen, nunca más fui a esa casa, el papá me quería pegar cuando me veía, la niña que fue mi “casi” polola nunca más me habló y yo… sigo mandándome cagadas de ese tipo.